Folia Theologica et Canonica 5. 27/19 (2016)

IUS CANONICUM - Ariel David Busso, Las relaciones entre los clérigos y su efecto canónico

FOLIA THEOLOG ICA ET CANONICA (2016) 85-102 Ariel David Busso LAS RELACIONES ENTRE LOS CLÉRIGOS Y SU EFECTO CANÓNICO I. El espíritu de colaboración; II. La experiencia paulina; III. La fraternidad sacramental COMO PRESUPUESTO CANÓNICO; IV. LAS DISTINTAS EXPRESIONES DE LA FRATERNIDAD SACERDOTAL; V. El CONSEJO PRESBITERAL; VI. LAS ASOCIACIONES DE CLÉRIGOS; VIL UNA DIFERENCIA A TENER EN CUENTA: LAS ASOCIACIONES DE CLÉRIGOS Y LAS ASOCIACIONES CLERICALES; VIII. LAS LIMITACIONES AL DERECHO DE ASOCIACIÓN DE LOS CLÉRIGOS; IX. CUÁLES SON LAS ASOCIACIONES PROHIBIDAS A TO­DOS los clérigos; X. "Enviados entre enviados”. I. El espíritu de colaboración Es un dato adquirido, de la misma existencia sacerdotal, que no se puede ser sa­cerdote solo o mejor dicho ejercitar de ese modo el ministerio. El estilo de vida del profesional libre, la tendencia a monopolizar el ministerio, la clausura en la autosuficiencia y la consideración de los demás como simples objetos de la cu­ra pastoral, son actitudes extrañas a la espiritualidad sacerdotal, tanto presbite­ral como episcopal. Si esta es una verdad de siempre, las condiciones en las cuales hoy se desen­vuelve el ministerio requieren aún más la especial capacidad de suscitar y coor­dinar la colaboración. En un clima de cristiandad establecida en el pasado, verdadera o presunta, se podía caer fácilmente en la retórica de un sacerdote solitario, que a su vez fuese defensor y promotor de la comunidad. Los párrocos de nuestro país tenían a su cargo grandes extensiones, donde los límites de su cura pastoral solían coinci­dir con los límites de la autoridad civil. Junto a esta autoridad, la cura pastoral investía también la carga de “la otra autoridad”, la de custodiar el orden moral y público. Pero el desafío de la nueva evangelización, la complejidad creciente de las competencias pastorales y la pluralidad de instrumentos que deben ser utilizados para desarrollarlos, más allá de la objetiva exigencia de un cristianis­mo adulto y responsable, exige la presencia de una nueva imagen espiritual de la vida del sacerdote. El, el sacerdote, es un hombre en misión, al servicio de una comunidad que es también ella misionera y activa, en la propia competencia de testimoniar el Evangelio a los hermanos.

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