Bereczky Erzsébet (szerk.): Imre Madách: La Tragedia del Hombre. Ensayos sobre las di versas puestas en escena del drama (Budapest, 1987)
Dr. Ferenc Kerényi: Un poema dramatico húngaro para al teatro universal
la primera posibilidad de montar la Tragedia, como gesto irónico del destino heredó los decorados pagados por el Conde Eszterházy, que llevaban más de un decenio y medio en escena y que estaban enteramente adoptados a la concepción de Paulay. Por esta razón, Hevesi solamente pudo realizar en parte sus ideas. Pero aun así, su interpretación enriqueció la historia de la Tragedia en las tablas, sobre todo en lo que a la labor de los actores se refiere. Lucifer, que anteriormente sólo comentaba, explicaba los hechos, se convirtió en el promotor de la acción. En las cuidadosamente elaboradas escenas masivas apareció un nuevo elemento del sistema filosófico de Madách, la relación y posibilidades de confrontación trágica entre el individuo y las masas. En el montaje de Hevesi, debutó como actor invitado en el papel de Adán Oszkár Beregi, quien ya entonces pertenecía a la compánía, de teatro de Max Reinhardt, símbolo de las aspiraciones teatrales modernas. La siguiente oportunidad para romper definitivamente con la tradición del meiningenismo se ofreció para Hevesi en 1923, cuando ya era director del Teatro Nacional. „La Tragedia del Hombre no es una galería de retratos históricos, no es una serie espectacular de imágenes, ni una pintura de tema histórico, sino algo más, algo más grande y poético: la eterna lucha del hombre en el sueno de Adán, en visiones cambiantes....De modo que el nuevo montaje de la Tragedia no construye su marco escénico con la sucesión de los distintos cuadros históricos, sino a partir del alma, del suéño y de las visiones de Adán, que sirven de base para cada una de las escenas” declaraba Hevesi en la víspera del estreno. Él había encontrado a un excelente colaborador en la persona del disecador de decorados Gusztáv Oláh. Una rama de árbol enmarcaba como arco estilizado el escenario, indicando que lo que ocurría en él era el sueríb de Adán, quien según las instrucciones del director se despertaba al final de cada cuadro. Los distintos cuadros históricos se caracterizaban por fuertes e inequívocos colores simbólicos y por claras alusiones artísticas, por ejemplo, a Fra Angelico, a Albrecht Dürer y a Mihály Zichy. La unidad de la representación quedó acentuada por el movimiento coherente de la multitud, que en el montaje de Hevesi se convirtió en el cuarto protabonista de la obra. Esta puesta en escena se repre-26