Bereczky Erzsébet (szerk.): Imre Madách: La Tragedia del Hombre. Ensayos sobre las di versas puestas en escena del drama (Budapest, 1987)

Dr. Ferenc Kerényi: Un poema dramatico húngaro para al teatro universal

a la visión liberal del mundo del autor, Paulay justificó así la omisión del sudrío por embriaguez de Kepler, es decir, el acor­tamiento de la escena fundiendo los cuadros octavo y décimo. „No consideré necesario que Adán-Kepler se durmiera en estado de embriaguez y sólíara así la gran revolución francesa. Es peligroso mostrar a un marido engánado, que busca consuelo en el vino y, mientras tanto, se sumerge en las ilusiones de los ideales más sublimes”. De esta manera la escena de Paris se situó al final del acto, y en el estreno se evidenció que Paulay había calculado muy bien: el éxito de la Marsellesa superó todo lo demás. Con la adaptación teatral de la obra - tal como lo admitiera el hijo y sucesor legal de Madách - Paulay creó una obra nueva, autónoma. Era la primera vez en la historia del teatro húngaro que, previo al tan esperado estreno, el director de la puesta en escena diera a conocer sus concepciones sobre la realización en la prensa y en la sesión de lecturas de una sociedad literaria Budapestina. En cuanto al reparto, Paulay siguió la distribución con­vencional. Adán fue interpretado por Imre Nagy, galán de 34 afíos, quien luego representara también a Fausto. El papel de Eva le fue encargado a Mari Jászai, de 33 anos de edad, la gran trágica del teatro y de toda la historia del teatro húngaro. Lucifer fue encar­nado por el intrigante László Gyenes, actor novel de 26 dnos, quien conservó este papel durante 51 anos, hasta su muerte. Todos los actores tuvieron que enfrentarse con aquellas dificultades que desde entonces han seguido siendo un desafío para cada personaje principal de la Tragedia: conservar la unidad del papel, mante­niendo al mismo tiempo los rasgos de los distintos caracteres adoptados en los sucesivos cuadros históricos. La representación de La Tragedia del Hombre en el estilo de Meiningen demostró la adaptabilidad escénica de este poema dra­mático. Aunque a veces el empleo consecuente del historicismo fue en contra del texto. Lucifer apareció ante la primera pareja humana como el diablo rojinegro de los cuentos, con alas de murciélago y gorro de plumas, dejando un poco fuera de lugar la frase de Adán: „no pareces diferenciarte de nosotros”... En el falansterio Platón se distinguía de sus compañeros por su traje griego y Lutero por llevar la indumentaria de pastor protestante, 22

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