Bereczky Erzsébet (szerk.): Imre Madách: La Tragedia del Hombre. Ensayos sobre las di versas puestas en escena del drama (Budapest, 1987)
Dr. Ferenc Kerényi: Un poema dramatico húngaro para al teatro universal
Lucifer: ¿No sentías entre tus pensamientos un vacío, un obstáculo a toda existencia? A la Creación te forzó ese obstáculo que se llama Lucifer, primordial espíritu de Negación. En la historia bíblica del pecado original - que constituye el segundo cuadro de la Tragedia - Madách sigue fielmente el mito, para que luego, en el cuadro tercero, la primera pareja humana, ya expulsada del Paraíso se instale en la tierra que habrá de labrar. Adán: Este pedazo de tierra me pertenece. Para mí substituye al mundo entero. Aquí estableceré mi hogar, mi posesión, que protegeré de las bestias salvajes y obligaré a fructificar para mí. Eva: Yo voy a hacer una glorieta tan maravillosa como la primera. Así haré que renazca el Paraíso perdido. Al final del cuadro III, pedido por ellos mismos, Lucifer por un sortilegio promueve que Adán y Eva en suefíos puedan ver el futuro de la humanidad. En la Tragedia, Madách creó excelentes posibilidades interpretativas para los actores con el hecho de que los tres personajes principales pudieran figurar en los cuadros del IV al XIV en diversos papeles históricos, conservando al mismo tiempo en todo momento los rasgos fundamentales de sus caracteres. El incansable espíritu combativo de Adán que va envejeciendo es contrapunteado por la multifacética feminidad de Eva y lo singularmente etéreo de su rol. Eva permanece junto a Adán incluso en los momentos más turbulentos de la historia, sin embargo, el hombre parece como si estuviera sobándola a ella también, la mujer portadora del „paraíso perdido”. Aportan mucho a las tareas histriónicas de la Tragedia los personajes secundarios de los cuadros del IV al XIV. Ellos son, en parte, personalidades históricas y, en parte, productos de la fan13