Folia Theologica et Canonica, Supplementum (2016)

Antonio Ma Rouco Varela, “Santa Teresa de Jesús: Doctora de la Iglesia para la Iglesia de hoy”

38 ANTONIO Ma ROUCO VARELA camino, si Vos no me tornarais a él, que en veros cabe mí, lie visto todos los bienes. No me ha venido trabajo que, mirándoos a Vos cuál estuvisteis delante de los jueces, no se me haga bueno de sufrir. Con tan buen amigo presente, con tan buen capitán que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir: él ayuda y da esfuerzo; ¡nunca falta!; es amigo verdadero. Y veo yo claro, y he visto después, que para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes quiere sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo Su Majes­tad se deleita (...) Así que vuestra merced, señor (se trata del confesor que le mandó escribir el libro de su vida), no quiera otro camino, aunque esté en la cumbre de la contemplación; por aquí va seguro. Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes (...) Bienaventurado quien de verdad le amare y siempre le trajere cabe sf ’ (Libro de la vida c.22, 6-7). En este contexto cristologia) de la contemplación “teresiana” se comprende bien lo que la Santa escribe en su poema: “Ya toda me entregué y di,/ y de tal suerte he trocado/ que es mi Amado para mí/ y yo soy para mi Amado”; o aquel otro: “Cruz, descanso sabroso de mi vida/ vos seáis la bienvenida”; o: “En la cruz está la vida/ y el consuelo/ y ella sola es el camino/ para el cielo”. 6. La experiencia de Dios, en el Misterio de su Santísima Trinidad, mediando el Hijo encarnado, crucificado y resucitado por nuestra salvación, es vivida por santa Teresa de Jesús con una fidelidad incondicionalmente obediente a la Iglesia y con una entrega de su alma y de su obra reformadora, de carácter emi­nentemente apostólico y misionero. Devotísima de la Santísima Virgen del Carmen, a cuyo amor maternal se confía después de la muerte de su madre de la tierra siendo una adolescente, y del rezo del Santo Rosario; amiga de muchos santos del pasado de la Iglesia y de su época; adoradora delicadamente amorosa del Señor presente en el Sacramento de la Eucaristía; penitente asidua del Sacramento de la Reconciliación, confiando siempre en la dirección espiritual de santos confesores y de eximios “Letrados”, los mejores teólogos de su época; gustosa oidora de buenos sermones; obediente a su Obispo y a los Su­periores de su Orden a costa de muchas incomprensiones y sacrificios (...), sí, a esta Teresa de Jesús, “la Santa de Avila”, “le dolía” la Iglesia de su tiempo y le dolía lo que sufría. Permítanme traer a colación una conocida cita de su obra “Camino de perfección”, escrito en su primera intención para el grupito de trece jóvenes monjas con las que comienza “la aventura” espiritual, religiosa y eclesial de su reforma, en su primer Carmelo Descalzo, el tantas veces men­cionado de San José de Avila, escrito en los años de su edad madura física y espiritual: “En este tiempo vinieron a mí noticia los daños de Francia y el estra­go que habían hecho estos luteranos y cuánto iba en crecimiento esta desventu­rada secta. Díome gran fatiga, y como si yo pudiera algo o fuera algo, lloraba con el Señor y le suplicaba remediase tanto mal. Parecíame que mil vidas pusiera yo para remedio de un alma de las muchas que allí se perdían. Y como

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